EL TROPERO SOSA

Dicen que tenía la tez trigueña, pero no de nacimiento sino que el sol se la tiñó en sus infinitos viajes entre Mendoza y Buenos Aires. En ese camino, en el que casi hizo surcos de tanto andarlo, sólo era acompañado por los yuyos que bailaban en los remolinos. Era uno de los comerciantes más populares de su época y a pesar de ser analfabeto, se las ingeniaba para hacer buenos negocios. Pero se hizo leyenda cuando decidió ponerle el hombro a la campaña libertadora del General San Martín. Pedro Sosa es de esas personas que perdieron identidad detrás del nombre de una calle o de un barrio. A tal punto que, como dice Carlos Raffo, del centro tradicionalista Tropero Sosa, “hay gente que cree que se llama tropero”. El “tropero” Sosa fue uno de los mendocinos que más hizo, en materia logística, para gestar la campaña de San Martín hacia Chile. Pero es de los que quedaron detrás de la enorme estampa del general.El hombre se dedicaba a llevar y traer mercaderías del puerto de Buenos Aires. Una especie de transportista de entonces, sólo que en vez de camiones usaba carretas de cuero y paja y bueyes para tirarlas. En la época, comienzos del siglo XIX, los troperos y arrieros eran quienes también traían las novedades de las grandes ciudades. Entre las mercaderías comunes estaban los granos, la ropa de moda y alguna botella de alcohol de contrabando. Dicen que Sosa era corajudo como pocos y que varias veces debió enfrentar, mientras el sol jugaba en el brillo de los pedregales, a malones de indígenas que pretendía asaltarlo en los desérticos caminos hacia la capital. Y ese coraje es el que lo hizo pasar a la historia. San Martín necesitaba de las provisiones que Pueyrredón le había prometido para la campaña libertadora que debía iniciarse en enero de 1817. Y los tiempos se acortaban. Entonces mandó a llamar a todos los troperos y les pidió que alguno hiciera el viaje a Buenos Aires para traer cañones, pólvoras y herraduras, en la mitad del tiempo normal (que era de 70 días) a cambio de doble paga. Y sólo uno aceptó el desafío: Pedro Sosa. El hombre partió tomando Las Cañuelas (actual calle Ituzaingó), se encomendó a la Virgen del Buen Viaje y salió a remontar el desierto. Y en sólo 41 días estuvo de vuelta en Mendoza, cerca de la Navidad de 1816, con la mercadería y con sus bueyes agonizando por el esfuerzo. “Aazotes y reventando bueyes”, dijo entonces Sosa que logró la hazaña. Otra participación fundamental de Sosa en la campaña fue la preparación de las 1.500 mulas que usarían los soldados para cruzar la cordillera.En esos contactos entabló una amistad particular con San Martín que duró por siempre. Incluso, desde el exilio, el general le escribió varias cartas que, por no saber leer, Sosa guardaba con pudor hasta que sus hijos pudieran leérselas.

TOMAS GUIDO EL GENERAL SANMARTINIANO

Tomás Guido, el noble y fiel amigo de nuestro querido General San Martín, fue el general que llevo los ideales sanmartinianos al máximo de su expresión, como no podía ser menos sus restos descansan en paz y eterna gloria junto al padre de nuestra patria en la catedral de Buenos Aires.
Desde muy joven participo en los sucesos de Mayo, y casi adolescente le tocó actuar en las heroicas jornadas del 3 de julio de 1807, en la defensa de Buenos Aires. Guido fue el cronista militar más importante de las campañas del ejército libertador. Colorido, profundo en sus juicios, era infatigable en la realización de sus trabajos y de su numerosa correspondencia, pero el enunciaba que "mucho más importante que escribir sobre la revolución, es contribuir personalmente a realizarla".
En materia historiográfica, los trabajos póstumos que publicó en la "Revista de Buenos Aires" tienen un significado muy importante como documento y testimonio de la época.
Fue un hombre de la unidad nacional, en el más amplio concepto. En su momento le dijo a Rosas "ayude a constituir la provincia a apaciguar los odios, a buscar en la ley y en el respeto del derecho la única base de la felicidad de la patria".
En el Senado de Paraná -en tiempos de la Confederación-, hablaba con independencia y libertad. Se lo veía levantar su cabeza encanecida para recomendar la templanza y la conciliación, y no por ello abandonaba la firmeza en sus creencias o concepciones políticas.
Como diplomático su habilidad fue proverbial, pudiendo asegurarse que dejó siempre amigos donde el gobierno argentino lo enviara. Su talento como negociador lo brindó en los terribles días de la guerra de la Independencia, cuando participó personalmente en las negociaciones con el enemigo, en Miraflores, y las conferencias de Torre Blanca y Punchauca.
El cronista de la Revolución
Tomás Guido había nacido en Buenos Aires, el 1º de setiembre de 1788, hijo de Pedro Guido y Sanz, comerciante español, y de doña Juana de Aoiz y Martínez. Realizó estudios en el Colegio de San Carlos, que debió abandonar por falta de recursos económicos.
Muy joven, asistió a las primeras reuniones de los revolucionarios que participarían en el movimiento de Mayo de 1810. Producida la revolución fue nombrado oficial de la secretaría de Gobierno. Al año siguiente acompañó a Mariano Moreno como su secretario. En los brazos de Tomás Guido fallecería el líder de la revolución, y fue Guido quien tuvo la triste misión de arrojar desde la fragata "Fama" al mar, los restos de Moreno.
Comenzaba así para el joven revolucionario una larga vida dedicada a la causa de la liberación americana, cuyo bautismo de fuego lo tuvo, casi adolescente, durante la defensa de Buenos Aires en 1806, rechazando la invasión inglesa.
En 1812, Guido regresó a Buenos Aires, y tras algunas misiones administrativas marchó a Charcas, y luego a Tucumán, donde se vinculó con San Martín y Belgrano.
No fue el mero cronista de la campaña militar libertadora. En más de una oportunidad, su intervención tuvo decisiva importancia para convencer a los hombres de Buenos Aires sobre los proyectos de San Martín. El 20 de mayo de 1816 presentó Guido al Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, su célebre "Memoria", surgida a raíz de conversaciones sostenidas con San Martín en la hacienda de Saldán, en Córdoba. Allí el Libertador le había impuesto la necesidad de transportar las armas argentinas a Chile en contra de las ideas de seguir la Campaña por el Alto Perú.
Guido, en su "Memoria", luego de hacer un examen prolijo de la situación imperante, estudió los medios más eficaces para combatir los peligros que amenazaban a la causa americana. Así llegó a la conclusión de que la ocupación de Chile era el objetivo principal que a su juicio debía proponerse al gobierno. En ese informe habla de las medidas defensivas que era necesario adoptar para emprender la ofensiva sobre Chile, señalando la necesidad de apoderarse del mar para obrar en combinación con las fuerzas de tierra, recomendando que se enviasen emisarios secretos al país trasandino para levantar a las poblaciones, medidas que permitirían formar un ejército que atravesaría la Cordillera con 6.000 hombres en dos meses.
Expresaba en la "Memoria" que la sola noticia de una victoria de Chile bastaría para inflamar al espíritu de los pueblos. También desorientaría y desalentaría al ejército de Pezuela. Analizaba después las ventajas financieras que produciría el plan, y la influencia que tendría su realización en las relaciones con el Brasil, para diagnosticar que la independencia de Chile -país aliado a las Provincias- aseguraría la independencia de América.
El general Balcarce, interinamente a cargo del gobierno, le contestó afirmativamente, y Pueyrredón también fue de idéntica opinión.
Las campañas de Chile y de Perú
Después de la batalla de Chacabuco, pasó Guido al país trasandino reclamado por San Martín. El 1º de abril de 1817 fue incorporado al ejército con el grado de teniente coronel, con el que asumió las funciones de secretario de guerra y marina, y de representante ante el gobierno de Chile. Durante tres años desempeñó esas delicadas tareas, y su pensamiento y acción lo testimonia la copiosa correspondencia que existe sobre su actividad. Aparte de su labor administrativa y diplomática, acompañó a San Martín en toda la Campaña de Chile, y colaboró en la proyección de la empresa del Perú.
El gobierno lo promovió a coronel del ejército, el 14 de mayo de 1818. En la misma época, San Martín le otorgó la medalla de Chacabuco, que devolvió por no haber participado en dicha acción, y el gobierno de Chile le concedió la condecoración de la "Legión del Mérito", consejero de la Orden, y el grado de coronel de su ejército por despachos del 20 de junio de 1820. Acompañó Guido a San Martín en la campaña del Perú, en clase de primer edecán y además de su contribución como militar, atendió los negocios que el Gran Capitán no pudo atender, resolviendo la parte económica de la empresa con sus contactos con distintos sectores del país.
Negoció exitosamente con el enemigo realista en Miraflores ; participó de las negociaciones en Guayaquil, Torre Blanca y Punchauca. Asistió a la entrada solemne del Libertador en Lima, a los dos sitios del Callao, estipulando en setiembre de 1821 la rendición de la fortaleza, de la que fue nombrado después gobernador.
Perteneció a los fundadores de la Orden del Sol, siendo ascendido a coronel mayor de los ejércitos del Perú, el 12 de julio de 1821. Posteriormente fue consejero de Estado y ministro de guerra. Luego de la histórica entrevista de Guayaquil entre San Martín y Bolívar, del 26 de julio de 1822, en la que el Gran Capitán se retiró de la escena política y militar, Guido dejó personal testimonio de la salida de aquel del Perú. Continuó colaborando con Bolívar y Sucre, en la terminación de la guerra de la Independencia.
En el Perú, fue designado conjuez del Supremo Consejo Militar, el 4 de octubre de 1823. Posteriormente fue jefe del Estado Mayor del Ejército del Centro y ministro general de Gobierno del General Mariano Necochea, desde el 20 de febrero de 1824. Alcanzó, el grado de general de brigada en los ejércitos del Perú con el que regresó al país en 1826.
Rivadavia le reconoció jerarquía de Coronel mayor, el 7 de julio de 1827, el presidente provisorio, don Vicente López y Planes lo designó ministro de Guerra y fue electo diputado a la Sala de Representantes de Buenos Aires.
El 29 de agosto de 1829, Rosas lo ratificó en su cargo de ministro de Guerra y Relaciones Exteriores, en el cual lo habían designado anteriormente Lavalle y Viamonte. Siguió en el cargo hasta 1830. Tres años más tarde, Guido volvió a ocupar el cargo y desde 1840 a 1851 fue el representante argentino ante el gobierno del Brasil. Al triunfar Urquiza lo llamó a colaborar con su gobierno y en 1855 resultó electo senador por San Juan. En 1857 fue electo vicepresidente del Senado de la Confederación y fue ascendido a brigadier general de los ejércitos de la República.
Acompañó a Urquiza en 1859 al Paraguay e intervino en las gestiones pacíficas entre ese país hermano con los Estados Unidos, enfrentados circunstancialmente. Los Estados Unidos habían enviado una escuadra hasta el Río de la Plata con la intención de desembarcar en Asunción.
Se había casado en Chile con María del Pilar Spano, que le dio cuatro hijos : José Tomás, Daniel, María del Pilar y el poeta Carlos Guido Spano.
Guido falleció en su quinta de Alsina y Cevallos, el 14 de setiembre de 1866. Fue un militar de estirpe sanmartiniana, abnegado, arquetipo de un país libre y pujante. Como San Martín, nunca desenvainó la espada para derramar sangre de sus hermanos.

SAN MARTIN Y SU FE RELIGIOSA

En San Martín, como en los demás héroes de nuestra emancipación -Manuel Belgrano, José María Paz, Gregorio Aráoz de La Madrid, Juan Gregorio de Las Heras, José Matías Zapiola, para citar a algunos de ellos- el fragor de las armas no fue óbice de su fe religiosa, que mantuvieron incontaminada en la guerra y en la paz. El 9 de marzo de 1812 llegaban al puerto de Buenos Aires José de San Martín, Carlos de Alvear, José Matías Zapiola y otros patriotas. Venían a ofrecer sus servicios a la causa de la emancipación. Siete días después, el gobierno le encomendaba a San Martín la formación del Regimiento de Granaderos a Caballo. Llama la atención que el prócer incluyera en el quehacer cotidiano y semanal del regimiento las prácticas del buen cristiano. Lo recuerda el coronel Manuel A. Pueyrredón en sus “Memorias”:“Después de la lista de diana se rezaban las oraciones de la mañana, y el rosario todas las noches en las cuadras, por compañías, dirigido por el sargento de la semana. El domingo o día festivo el regimiento, formado con sus oficiales, asistía al santo oficio de la misa que decía en el Socorro el capellán del regimiento.” Agrega Pueyrredón: “Todas estas prácticas religiosas se han observado siempre en el regimiento, aún mismo en campaña. Cuando no había una iglesia o casa adecuada, se improvisaba un altar en el campo, colocándolo en alto para que todos pudiesen ver al oficiante.”El 12 de setiembre de 1812, San Martín contrajo enlace con María de los Remedios de Escalada. El día 19 del mismo mes, los cónyuges recibieron las bendiciones solemnes en la misa de velaciones, en que comulgaron, según consta en la partida matrimonial conservada en el archivo de La Merced. Tras una fugaz actuación en el norte, con el Ejército Auxiliar del Alto Perú, San Martín recibió el nombramiento de Gobernador- Intendente de Cuyo el 10 de agosto de 1814. Meses después comenzaba la preparación del ejército que había de luchar en Chile y Perú. En él también introdujo el Libertador las prácticas religiosas. Es testigo de excepción el general Gerónimo Espejo, quien así lo expresó: “Los domingos y días de fiesta se decía misa en el campamento y se guardaba como de descanso... Los cuerpos formaban al frente del altar en columna cerrada, estrechando las distancias, presidiendo el acto el general acompañado del Estado Mayor. Concluida la misa, el capellán - José Lorenzo Güiraldes- dirigía a la tropa una plática de treinta minutos, poco más o menos.Pocos días antes de iniciar el cruce de los Andes, San Martín quiso proclamar a la Virgen del Carmen patrona del ejército y proceder, en ese acto, al juramento a la bandera. El 5 de enero de 1817 se cumplió la ceremonia, que describieron dos testigos presenciales: Gerómino Espejo y Damián Hudson. A las diez de la mañana entraban las tropas en la ciudad. Junto a la iglesia de San Francisco se formó la procesión. Marchaban en pos de la imagen de la Virgen “el general San Martín, de gran uniforme, con su brillante Estado Mayor y lo más granado de la sociedad mandolina.”Hubo misa solemne, panegírico del capellán Güiraldes y tedéum. Se organizó de nuevo la procesión encabezada por el clero. “Al asomar la bandera junto con la Virgen, consigna Espejo, los cuerpos presentaron armas y batieron a marcha. El regocijo y la conmoción rebasaron toda medida cuando, al salir la imagen para colocarla en el altar, el general San Martín le puso su bastón de mando en la mano derecha, declarándola así, en la advocación que representaba, patrona del Ejército de los Andes.” La ceremonia concluyó con la ovación a la bandera y un brillante desfile. El 12 de febrero de 1818, se cumple en Santiago el acto formal de la proclamación de la independencia de Chile, con tedéum y misa. Un mes después, el 14 de marzo, se realiza en la catedral capitalina una ceremonia religiosa de consagración a la Virgen, bajo los términos de este bando:“El excelentísimo señor Director Supremo resuelve, con acuerdo y solicitud de todos los cuerpos representantes del Estado, declarar y jurar solemnemente por patrona y generala de las armas de Chile, a la sacratísima reina de los cielos María Santísima del Carmen, esperando con la más alta confianza que bajo su augusta protección triunfarán nuestras armas de los enemigos de Chile. Que para monumento de la determinación pública y obligatoria, y con la segura esperanza de la victoria, hace voto solemne el pueblo de erigir una capilla dedicada a la Virgen del Carmen, que sirva de distinguido trofeo a la posteridad y de estímulo a la devoción y religiosa gratitud, en el mismo lugar que se verifique el triunfo de las armas de la patria.” La batalla de Maipú, ganada el 5 de abril de 1818, decidió el sitio exacto para construir la capilla prometida.Mencionaremos dos documentos de la devoción de San Martín a la Virgen. El primero, es la carta que el prócer escribió en Mendoza el 12 de agosto de 1818, destinada al guardián del convento de San Francisco: “La decidida protección que ha presentado al ejército su patrona y generala, nuestra Madre y Señora del Carmen, son demasiado visibles. Un cristiano reconocimiento me estimula a presentar a dicha Señora (que se venera en el convento que rige vuestra paternidad) el adjunto bastón como propiedad suya, y como distintivo del mando supremo que tiene sobre dicho ejército.” El otro, es una nota del general Manuel de Olazábal, conocida hace pocos años y adjunta a un viejo rosario que fue donado al Regimiento de Granaderos a Caballo, de Buenos Aires. Su publicación habrá sorprendido a quienes se figuraban un San Martín no religioso. El objeto está identificado como rosario de madera del monte de los Olivos, perteneciente al general San Martín, a quien se lo regalara la hermana de caridad que cuidó de él después de la batalla de Bailén contra los franceses, en 1808, en la que fue herido ligeramente. La expedición al Perú fue la última gran campaña de San Martín. El 9 y 10 de julio de 1821, entraba el ejército en Lima y el 28 se juraba la independencia del Perú. Al día siguiente hubo tedéum en la catedral y pontificó el arzobispo. San Martín promulgó el Estatuto Provisional del 8 de octubre de ese año, para regular los actos de su gobierno, con este primer artículo:“La religión católica, apostólica, romana es la religión del Estado. El gobierno reconoce como uno de sus primeros deberes el mantenerla y conservarla por todos los medios que estén al alcance de la prudencia humana. Cualquiera que ataque en público o en privado sus dogmas y principios, será castigado con severidad a proporción del escándalo que hubiere dado.”El Protector jura y suscribe este Estatuto, como norma de su gobierno. La oración patriótica del presbítero Mariano José de Arce, pronunciada en esa oportunidad, deja una impresión serena de la situación creada en el Perú con el advenimiento de San Martín: “Las desgracias iban preparando el camino de nuestra felicidad en las manos paternales de la providencia... Su sabiduría eterna suscita un genio benéfico a las orillas del río de la Plata: lo adorna con la prudencia, con la justicia y la fortaleza, para que fuese ornamento y consuelo de la humanidad; le da la victoria de Chacabuco y Maipú, para hacer libre a una nación tan digna de serlo, como escarmentando a los opresores y, últimamente, lo hace arribar a nuestras playas arenosas el día de la natividad de María Nuestra Señora en el año que acaba de correr. Aquí empieza la época de la felicidad del Perú.”Después de la famosa entrevista de Guayaquil con el Libertador Bolívar, San Martín decidió retirarse a la vida privada. Se despidió con actos que llevan el sello de sentida religiosidad. El 22 de agosto de 1822, ordenaba que hubiese en la catedral unas grandes vísperas en honor de nuestra patrona Santa Rosa, y el día 30, una solemne misa y procesión. El 20 de setiembre debía reunirse el Congreso para recibir las insignias del mando supremo. San Martín publicó un decreto en orden a su instalación y las funciones religiosas que debían anteponérsele en la catedral:“Ocupados los asientos respectivos, empezará la misa votiva del Espíritu Santo, que cantará el deán eclesiástico. Concluida, se entonará el himno Veni sancte spiritus y enseguida el deán hará una ligera exhortación a los diputados, sobre la protestación de la fe y juramento que deben prestar. La fórmula de éste será leída en alta voz por el ministro de Estado en el Departamento de Gobierno, concebido en los términos siguientes:¿Juráis conservar la santa religión católica, apostólica, romana como propia del Estado y conservar en su integridad el Perú? San Martín partió ese mismo día con destino a Chile.
(Transcripto de la página web del Instituto Nacional Sanmartiniano)

COMPARACION DE LAS HAZAÑAS DE SAN MARTIN Y NAPOLEON

En un trabajo publicado en la revista “Todo es Historia”, Nº 16 del mes de agosto de 1968, titulado “El paso de los Andes”, el historiador Guillermo Furlong S.J. detalló la epopeya andina que realizó el Padre de la Patria.Dice Furlong: “El general Leopoldo R. Ornstein que con tanto saber histórico y militar se ha ocupado del paso de los Andes, ha escrito que algunos tratadistas han establecido un parangón entre el paso de los Andes, con el de los Alpes por Aníbal, primeramente, y por Napoleón después. La similitud es muy relativa, por cuanto difieren en forma muy pronunciada las dimensiones y características geográficas del teatro de operaciones, como también los medios y recursos, con que fueron superadas en cada caso ambas cadenas orográficas. Esas diferencias son, precisamente, las que presentan la hazaña de San Martín como algo único en su género”. En efecto: Aníbal cruzó los Alpes por caminos que, ya en esa época, eran muy transitados, por ser vías obligadas de intercambio comercial y aunque no pueda afirmarse que su transitabilidad fuese fácil, tampoco debe considerarse que pudiera representar grandes dificultades, puesto que el general cartaginés pudo llevar consigo elefantes, carros de combate y largas columnas de abastecimiento. San Martín atravesó los Andes por empinadas y tortuosas huellas, por senderos de cornisa, que sólo permitían la marcha en fila india, imposibilitado materialmente de llevar vehículos y debiendo conducir a lomo de mula su artillería, municiones y víveres, aparte de haber tenido que recurrir a rústicos cabrestantes e improvisados trineos para salvar las más abruptas pendientes con sus cañones. ¿Habría podido Aníbal fraquear las cinco cordilleras de la ruta de los Patos, escalando con elefantes y vehículos los 5.000 metros del paso Espinacito? Terminemos estas líneas -sigue diciendo Furlong- recordando cómo Vicente Fidel López nos dice que “los escritores alemanes de la escuela de Federico, en una época (1852) en que buscaban ejemplos y lecciones para su ejército, consideraron digno de ser estudiado el paso de los Andes, como un modelo, deduciendo de él enseñanzas nuevas para la guerra”.
En su artículo, Furlong realizó un gráfico comparando dos hazañas: El cruce de los Alpes por Napoleón y el cruce de los Andes por San Martín:
NAPOLEÓN, conduce el grueso de su ejército por el Gran San Bernardo, salvándolo a 2.500 metros de altura, con todos sus vehículos y artillería, incluso la pesada.
SAN MARTÍN, conduce el grueso de su ejército por la ruta de los Patos y traspone 5 cordilleras, de las cuales la más elevada es franqueada por el Espinacito, a 5.000 metros de altura, sin poder llevar ningún rodado.
NAPOLEÓN, acompaña el avance principal con cuatro destacamentos secundarios: Destacamento Thurreau, por el Monte Cenis (3.600 metros). Destacamento Chabrán, por el Pequeño San Bernardo (2.200 metros). Destacamento Moncey, por el San Gotardo (2.100 metros).
SAN MARTÍN, acompaña el avance principal con una división menor y cuatro destacamentos secundarios:División Las Heras, por los pasos Iglesia (3.400 mts.) y Bermejo (3.300 mts.). Destacamento Zelada, por el paso Come-Caballos (4.100 mts.). Destacamento Cabot, por el paso de Guana (4.200 mts.). Destacamento Lemos, por el paso Portillo y paso Pluquenes (4.500 mts.)Destacamento Freire, por el paso Planchón (3.800 mts.).
Amplitud del frente de operaciones:

NAPOLEÓN: 160 kms.; SAN MARTÍN: 800 kms.

El ancho de la zona montañosa cruzada por:

NAPOLEÓN fue de 100 kms., mientras que la cruzada por SAN MARTÍN, fue de 350 kms.
Alturas máximas franqueadas:

NAPOLÉON: con el grueso, 2,500 mts., con destacamentos, 3.600 mts. SAN MARTÍN: con el grueso, 5.000 mts., con destacamentos, 4.500 mts. Recorridos máximos y mínimos NAPOLEÓN: 280 y 135 kms., respectivamente.

SAN MARTÍN: 750 y 380 kms. respectivamente.

NAPOLEÓN pudo contar con recursos: en la zona alpina existían varios centros poblados y valles con producciones diversas.

SAN MARTÍN no pudo contar con recursos: en la zona andina era total la ausencia de poblaciones. Los valles eran áridos sin productos de ninguna clase.
Tomado de: El Restaurador, nº 4, septiembre 2007, pág. 16

EL GLORIOSO GENERAL GÜEMES

Martín Miguel de Güemes, el líder de la guerra gaucha que frenó el avance español con sus tácticas guerrilleras, nació en Salta el 8 de febrero de 1785. Estudió en Buenos Aires, en el Real Colegio de San Carlos. A los catorce años ingresó a la carrera militar y participó en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas como edecán de Santiago de Liniers. En esas circunstancias fue protagonista de un hecho insólito: la captura de un barco por una fuerza de caballería. Una violenta bajante del Río de la Plata había dejado varado al buque inglés "Justine" y el jefe de la defensa, Santiago de Liniers ordenó atacar el barco a un grupo de jinetes al mando de Martín Güemes.
Tras la Revolución de Mayo, se incorporó al ejército patriota destinado al Alto Perú y formó parte de las tropas victoriosas en Suipacha. Regresó a Buenos Aires y colaboró en el sitio de Montevideo.
Pero Güemes no olvidaba su Salta natal, a la que volverá definitivamente en 1815. Gracias a su experiencia militar, pudo ponerse al frente de la resistencia a los realistas, organizando al pueblo de Salta y militarizando la provincia. El 15 de mayo de 1815 fue electo como gobernador de su provincia, cargo que ejercerá hasta 1820.
A fines de noviembre de 1815, tras ser derrotado en Sipe Sipe, Rondeau intentó quitarle 500 fusiles a los gauchos salteños. Güemes se negó terminantemente a desarmar a su provincia. El conflicto llegó a oídos del Director Supremo Álvarez Thomas quien decidió enviar una expedición al mando del coronel Domingo French para mediar en el conflicto y socorrer a las tropas de Rondeau varadas en el norte salteño. Rondeau parecía más preocupado por escarmentar a Güemes y evitar el surgimiento de un nuevo Artigas en el Norte que por aunar fuerzas y preparar la resistencia frente al inminente avance español. Finalmente, el 22 de marzo de 1816 se llegó a un acuerdo: Salta seguiría con sus métodos de guerra gaucha bajo la conducción de Güemes y brindaría auxilio a las tropas enviadas desde Buenos Aires.Dos días después, iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán que designó Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. El nuevo jefe del ejecutivo viajó a Salta ante las críticas y sospechas de muchos porteños, que dudaban de la capacidad militar de Güemes y sus gauchos. Pueyrredón quedó tan conforme que ordenó que el ejército del Norte se retirara hasta Tucumán y ascendió al caudillo salteño al grado de coronel mayor.
San Martín apoyó la decisión de Pueyrredón y confirmó los valores militares y el carisma de Güemes y le confió la custodia de la frontera Norte. Dirá San Martín: "Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de extraer mulas y ganado".
Belgrano también valoraba la acción de Güemes. De esta forma nació entre ellos una gran amistad. Esto le dice Güemes a su amigo en una carta: "Hace Ud. Muy bien en reírse de los doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de todos esos malvados que tratan de dividirnos. Así pues, trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los patriotas".
A principios de 1817, Güemes fue informado sobre los planes del Mariscal de la Serna de realizar una gran invasión sobre Salta. Se trataba de una fuerza de 3.500 hombres integrada por los batallones Gerona, Húsares de Fernando VII y Dragones de la Unión. Eran veteranos vencedores de Napoleón. Güemes puso a la provincia en pie de guerra. Organizó un verdadero ejército popular en partidas de no más de veinte hombres.
El 1º de marzo de 1817, Güemes logró recuperar Humahuaca y se dispuso a esperar la invasión. Los realistas acamparon en las cercanías. Habían recibido refuerzos y ya sumaban 5.400. La estrategia de Güemes será una aparente retirada con tierra arrasada, pero con un permanente hostigamiento al enemigo con tácticas guerrilleras. En estas condiciones las fuerzas de La Serna llegaron a Salta el 16 de abril de 1817. El boicot de la población salteña fue absoluto y las tropas sufrieron permanentes ataques relámpago. El general español comenzó a preocuparse y sus tropas empezaron a desmoralizarse. No lo ayudaron las noticias que llegaron desde Chile confirmando la victoria de San Martín en Chacabuco. De la Serna decidió emprende la retirada hacia el Alto Perú.
Las victorias de San Martín en Chile y de Güemes en el Norte permitían pensar en una lógica ofensiva común del ejército del Norte estacionado en Tucumán a las órdenes de Belgrano y los gauchos salteños hacia el Alto Perú. Pero lamentablemente las cosas no fueron así. La partida de San Martín hacia Lima, base de los ejércitos que atacaban a las provincias norteñas, se demorará en Chile por falta de recursos hasta agosto de 1820. Belgrano, por su parte, será convocado por el Directorio para combatir a los artiguistas de Santa Fe. Güemes y sus gauchas estaban otra vez solos frente al ejército español.En marzo de 1819, se produjo una nueva invasión realista. Güemes se preparaba nuevamente a resistir. Sabía que no podía contar con el apoyo porteño: su viejo rival José Rondeau era el nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas. La prioridad de Rondeau no era la guerra por la independencia sino terminar con el modelo artiguista en la Banda Oriental, que proponía federalismo y reparto de tierras. El nuevo director llegó a ordenarle a San Martín abandonar su campaña libertadora hacia el Perú y regresar a Buenos Aires con su ejército para reprimir a los federales. San Martín desobedeció y aclaró que nunca desenvainaría su espada para reprimir a sus compatriotas.
El panorama de la provincia de Salta era desolador. La guerra, permanente, los campos arrasados y la interrupción del comercio con el Alto Perú habían dejado a la provincia en la miseria. Así lo cuenta Güemes en una carta a Belgrano: "Esta provincia no me representa más que un semblante de miseria, de lágrimas y de agonías. La nación sabe cuántos y cuán grandes sacrificios tienen hechos la provincia de Salta en defensa de su idolatrada libertad y que a costa de fatigas y de sangre ha logrado que los demás pueblos hermanos conserven el precio de su seguridad y sosiego; pues en premio de tanto heroísmo exige la gratitud que emulamos de unos sentimientos patrióticos contribuyan con sus auxilios a remediar su aflicción y su miseria". Pero los auxilios no llegaron nunca y la situación se hacía insostenible porque las clases altas de Salta le retaceaban su apoyo por el temor de aumentar el poder de Güemes y por la desconfianza que le despertaban las partidas de gauchos armadas a los que sólo toleraban ver en su rol de peones de sus haciendas. El gobernador Güemes tomó la decisión de aplicarles empréstitos forzosos sobre sus fortunas y haciendas.
En 1820, la lucha entre las fuerzas directoriales y los caudillos del Litoral llegó a su punto culminante con la victoria de los federales en Cepeda. Caían las autoridades nacionales y comenzaba una prolongada guerra civil. En ese marco, se produjo una nueva invasión española. En febrero, general Canterac ocupó Jujuy y a fines de mayo logró tomar la ciudad de Salta. San Martín, desde Chile, nombró a Güemes y le pidió que resistiera y le reiteró su absoluta confianza nombrándolo General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú. A Canterac no le irá mejor que a La Serna: terminará retirándose hacia al Norte.
El año 1821, fue sumamente duro para Güemes porque a la amenaza de un nuevo ataque español se sumaron los problemas derivados de la guerra civil. Güemes debía atender dos frentes militares: al Norte, los españoles; al Sur, el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz que, aliado a los terratenientes salteños, hostigaba permanentemente a Güemes, que será derrotado el 3 de abril de 1821. El Cabildo de Salta, dominado por los sectores conservadores, aprovechó la ocasión para deponer a Güemes de su cargo de gobernador. Pero a fines de mayo Güemes irrumpió en la ciudad con sus gauchos y recuperó el poder. Todos esperaban graves represalias, pero éstas se limitan a aumentar los empréstitos forzosos a sus adversarios.
Estas divisiones internas debilitaron el poder de Güemes y facilitaron la penetración española en territorio norteño. Los sectores poderosos de Salta no dudaron en ofrecer su colaboración el enemigo para eliminar a Güemes.El coronel salteño a las órdenes del ejército español José María Valdés, alias "Barbarucho", buen conocedor del terreno, avanzó con sus hombres y ocupó Salta el 7 de junio de 1821. Valdés contó con el apoyo de los terratenientes salteños, a los que les garantizó el respeto a sus propiedades.
Güemes estaba refugiado en casa de su hermana Magdalena Güemes de Tejada, "Macacha". Al escuchar unos disparos, decidió escapar a caballo pero, en la huída, recibió un balazo en la espalda. Llegó gravemente herido a su campamento de Chamical con la intención de preparar la novena defensa de Salta. Reunió a sus oficiales y les transfirió el mando y dio las últimas indicaciones. Murio el 17 de Junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta, a los 36 años. El pueblo de Salta concurrio en masa a su entierro y el 22 de Julio le brindó el mejor homenaje al jefe de la guerra gaucha: liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, los gauchos de Güemes derrotaron a "Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.
Los restos del General descansan en el Panteón de las Glorias del Norte de la República, ubicado en la Catedral Basílica de Salta.
Se convirtió en el único general argentino caído en acción de guerra externa. Sus ideales de libertad, su desprecio al materialismo, su amor a la Patria y su temple inclaudicable son el motor que impulsa a quienes lo llevan en su corazón y que cada vez que pronuncian su nombre le rinden emocionado homenaje al recordarlo. Porque Güemes sigue cabalgando y guiando a sus compatriotas. Viva el General Güemes!!

LA VIDA DEL GENERAL SAN MARTIN EN CONSTANTE PELIGRO

La vida del General San Martín estuvo permanentemente en riesgo pero Dios y su Ángel guardián estuvieron presentes para que el mundo vislumbrara a uno de los personajes más importantes de la historia.
La primer amenaza la sufrió a los veintidós años, cuando era teniente de los ejércitos reales de España y fue atacado por cuatro forajidos que lo asaltaron y lo dejaron agonizando en el camino de Valladolid a Salamanca. Lo salvó el general Francisco Negrete que por fortuna lo encontró a un costado del sendero.
La segunda vez tenía treinta años, estuvo a punto de ser ejecutado por el enardecido pueblo español. Ocurrió en Cádiz, a fines de mayo de 1808. Las hordas acusaban erróneamente de ser afrancesados a los oficiales españoles. El general Francisco María Solano se escondió en un mueble, pero fue descubierto. Lo acuchillaron y ahorcaron. San Martín, que estaba con él, logró huir de un grupo furioso que lo perseguía y un monje capuchino lo metió en su convento. Al día siguiente lo sacaron disfrazado de la ciudad.
Pero los riesgos continuaron, su Ángel de la Guarda tuvo mucho trabajo, sin duda fue ayudado muy eficazmente por los tres “Juanes”. El 23 de junio de 1808, en el Combate de Arjonilla, al frente de sus hombres en la carga a los franceses. Un oficial enemigo notó que San Martín era uno de los que mandaban, y entonces les gritó a sus guerreros que fueran a atacarlo. Enseguida lo rodearon, pero él se defendió fieramente con su sable corvo. De repente, alguien empujó su caballo y lo hizo caer y rodar por el suelo. San Martín estaba a merced de los enemigos cuando, de la nada, el soldado Juan de Dios se hizo presente y derribó a un francés, luchó con otros dos y hasta sirvió de escudo humano para proteger a nuestro futuro prócer. Juan de Dios quedó gravemente herido, ¡pero siguió peleando como si nada! Un sargento de la Caballería de Borbón ayudó a San Martín a ponerse de pie y le ofreció su caballo. Los españoles ganaron la batalla, San Martín fue ascendido y Juan de Dios, condecorado. Y afortunadamente para nosotros, la historia del Libertador continuó escribiéndose, gracias a su primer salvador.
El 3 de febrero de 1813, se llevó a cabo el Combate de San Lorenzo. En un momento crucial, el caballo de San Martín cayó sobre él, dejándolo herido y atrapado. Un soldado enemigo se dio cuenta, se acercó y le hizo un tajo en la cara mientras otro se preparaba para atacarlo con su bayoneta. Cuando parecía el fin del Libertador, apareció su segundo ángel: el granadero puntano Juan Bautista Baigorria que derribó al soldado realista y salvó a San Martín. Enseguida, el correntino Juan Bautista Cabral fue a ayudarlo a liberarse del peso de su caballo. Pero en esa acción Cabral recibió dos heridas fatales, que iban dirigidas a Don José. Así, San Martín fue salvado dos veces en espacio de unos pocos segundos, por dos valientes y valiosos hombres que, vaya coincidencia, tenían el mismo nombre.
En 1826, el Libertador viajaba por los caminos de Inglaterra cuando de repente la galera que lo transportaba volcó bruscamente. Lo sacaron de abajo del carruaje. Pasó varios meses en cama por los traumatismos y la cicatrización de las heridas provocados por los fragmentos de vidrio de la ventana.
Otra situación límite que padeció San Martín sucedió en Roma y es uno de los episodios más desconocidos de su historia. A fines de 1845, San Martín vivía en París. Su salud flaqueaba, le pesaban los sesenta y siete años, y le pareció que una gira por Italia podría sentarle bien. El viaje lo haría en compañía de Gervasio Antonio de Posadas que era nieto y homónimo del director supremo. San Martín le explicó cómo debía actuar frente a diversos problemas clínicos. Gervasio Posadas memorizó nombres de remedios y acciones a seguir. Entre otras tantas cosas que conversaron, el Libertador le dijo que estaba interesado en comprar un busto de Napoleón, a quien admiraba. Pero una noticia fatal iba a suspender la recorrida de shopping. Una noche de febrero de 1846, Posadas llegó tarde al hotel y fue a acomodarse en su cuarto. Al instante, golpearon su puerta, comunicándole que “El señor general se había muerto”. Posadas corrió al cuarto de San Martín. Lo observó tirado en la cama, inmóvil y tieso. Tomó remedios del botiquín y se los inyectó al cuerpo inerte. El general volvió en sí. San Martín había sufrido un nuevo ataque de epilepsia que lo dejó tendido, con sus signos vitales muy disminuidos.
A los 72 años, el 17 de agosto de 1850 abandonaba este mundo el gran general Argentino. Largamente tenía merecido su descanso en Paz y su gloria eterna.

CHARLA ACADEMICA EN EL COLEGIO DE ESCRIBANOS DE BAHIA BLANCA

El Jueves 17 de Septiembre el Presidente de esta Asociación, el escribano Aníbal Espinosa Viale dio un charla sobre "San Martín y la cultura", la misma se llevó a cabo en el colegio de escribanos de la ciudad de Bahía Blanca. Posteriormente el escribano dono un cuadro con la imagen del General San Martín que fue recibido con honores por la Presidenta del colegio, la escribana María del Carmen Ayarra.
Entre los presentes se encontraba el vocal de esta asociación el Sr. Santiago Fontana, la Sra. Marta y el Sr. Jorge ambos autoridades máximas de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Bahía Blanca.
El escribano Espinosa Viale agradece la cálida estadía y el afectuso trato de todos los Bahienses.